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  • Foto del escritorMaryCieloPrevencion

La historia de Maripaz



Mi papá se suicidó cuando él tenía 46 años y yo apenas 18 años.

Decidí escribir sobre un tema que reestructuró toda mi vida adulta, porque mí amiga del alma acaba de perder a un primo de la misma forma y no puedo ni debería sentirme ajena. Era un tema del que quería escribir pero creo que como todo, tenía que hacerlo cuando no estuviera completamente lista ni consciente de lo que significa contar una de mis mayores cicatrices en un blog. Pero la vida es eso, no estar preparado para nada, mucho menos para lo que las decisiones de otros marcan nuestras vidas y relaciones.

Hago esto porque creo que talvez pueda ayudar a alguna persona que haya perdido a alguien importante y para darle aunque sea una mínima plataforma a la importancia de la salud mental en todas las edades, alejada del morbo y la desinformación. Esto es para mí, una de las responsabilidades colectivas básicas.

Los signos estaban, la tristeza era innegable, los complejos lo perseguían, las adicciones lo manejaban y su sensibilidad no le permitía ser y estar.

Yo sigo asombrándome del recuerdo de haber temido ese final mucho tiempo antes, sin tener un conocimiento claro de la salud mental y la depresión. Es fundamental que confiemos en nuestros instintos y hagamos todo lo que tengamos a nuestro alcance para ayudar a las personas que amamos.

Cómo toda historia con este final, hay muchos factores, culpables y finalmente una decisión. Hay historias familiares con mucha carga generacional, hay decisiones que rompen ciclos de mucho dolor, hay historias que terminan antes de lo previstas y hay tristezas que se heredan hasta que alguien decide qué hacer con ellas.

Esto es lo que yo elegí hacer con la mía.

Hace casi 3 años decidí empezar a hablar del tema con mis amigues. Elles no sabían esa parte de mí historia. Para la mayoría él se había muerto y listo, para otros había sufrido un infarto. Fue la decisión que tomé en su momento y era lo que necesitaba para sobrellevar mí duelo.

Le agradezco a mí familia directa por estar presente y ayudarme a buscar las herramientas para lidiar de la mejor manera con la muerte. Fueron también psicólogos de todas las ramas, psiquiatras, especialistas en duelo y muchos otros profesionales, los que me han ayudado en casi 8 años.

La muerte se hizo presente de la peor forma posible, la muerte se hizo tangible y ese era un miedo y una realidad que yo no quería afrontar. La muerte era cercana, estaba sobre mis hombros. La muerte es una constante pero la seguimos tratando como si fuera una excepción. Ese es uno de los grandes errores de nuestra cultura.

Papi se murió el 23 de Septiembre del 2011 y yo en Marzo del 2012 estaba tomando un vuelo para irme a vivir a Argentina. La decisión ya estaba tomada desde antes, aunque nunca se lo dije, pero fue definitiva cuando entendí, que en mi familia paterna, yo siempre iba a estar eclipsada por su figura. Y yo quería lidiar con su ausencia sin sentirme su representante legal, sin sentirme su reemplazo. El ya no estaba y yo quería vivir o empezar a vivir mí vida.

Mi duelo se mezcló con el proceso de adaptación a un nuevo país, así que imagínense que hubo cosas que no salieron de la mejor forma, hubo situaciones que traté mucho tiempo después y eran prioridad, pero estaban detrás de una ola de muchos cambios y yo no supe identificarlas.

La última vez que vi a mí papá fue una semana antes de suicidarse. En la fiesta de 80 años de mí abuelo. A veces tengo recuerdos fugaces de esos días pero sé que muchos yo misma los he fabricado, seguro para mí propia supervivencia.

Tardé más de un año en ver las fotos y videos de ese fin de semana, porque no quería verlo vivo, no quería escuchar su voz, sin poder abrazarlo o besarlo. No quería sentir la realidad de que él había existido y ya no estaba.

Tardé más de un año en ir a su casa. Tardé muchos años en que la llamada de un número privado no significara muerte. Tardé mucho tiempo en hablar de él sin sentir que se me rompía el alma. Tardé más de 5 años en contarle a una persona cercana lo que había pasado. Tardé mucho tiempo en aprender a vivir sin él. Tardé mucho tiempo en convertir la furia en comprensión. Tardé muchos años en regalar la blusa que usé en su funeral. Tardaré muchos años en que el tema en series, películas, noticias y en personas cercanas o conocidas, no me haga un hueco en el estómago y haga que se pare el mundo por varios segundos. Tardaré mucho pero lo lograré. Estoy más cerca que antes.

Hoy sonrío y me alegro cuando pienso en él. Hoy me falta contarle a muchas personas que quiero y espero que este texto sea un detonante de la conversación. Hoy sé que el está mejor en dónde sea que esté. Hoy lo veo feliz y pleno. Hoy lo recuerdo con amor, sin tanto dolor. Hoy lo veo en paz.

Recuerdo con mucho cariño algunos gestos de personas queridas en el funeral. Recuerdo llamar a un amigo después de muchos años y que el sin muchas preguntas me acompañara. Recuerdo al papá de una amiga/vecina que no va a funerales porque le afectan de manera particular y estuvo ahí siempre acompañándome. Recuerdo algunas cosas en cámara lenta, que pasaron desapercibidas por muchos años, pero hay gestos que el tiempo nos hace agradecerlos y tenerlos presentes cada día más.

Hoy ya recuerdo menos de esos días, no recuerdo la última conversación que tuve con mí papá, no recuerdo a todas las personas que me acompañaron, cada vez ese momento se hace más lejano y su muerte se hace costumbre. Tengo una leve idea que la última vez que hablamos yo iba en el bus de la U y fue una conversación corta, pero el contenido se fue casi desde que colgué el celular. Seguramente me dijo que me quería o eso es lo que espero que haya sido nuestra última interacción. Un te quiero, es lo que deseo que se haya llevado de mí.

También recuerdo actitudes de personas cercanas llenas de egoísmo y con nula compasión. Personas que intentaron saber de cualquier manera qué había pasado y de qué forma. Sin respetar nuestra privacidad. En un país pequeño como CR sabemos que nada es un secreto por mucho tiempo pero hay momentos donde el no debería ser suficiente. Los que ya no están, se convierten en personas que pasan por la morgue, páginas en periódicos y el decir ajeno. Porque ni en el descanso que ellos decidieron, se les da el derecho de ser.

Recuerdo ir a la vela del papá de una amiga en diciembre del 2011 y verme empañada en lágrimas. Recuerdo sentirme incómoda porque creía que no era el lugar para que yo desahogara mí dolor. Debí haberlo visto como un espacio para aprender de la muerte, de compartir lo que nos pasaba y ser vulnerables juntas. Qué difícil ser vulnerable chiques.

Creanme que somos bombas de tiempo los que no hablamos, los que nos guardamos todo, el dolor, las frustraciones, nuestros sentimientos. Nos guardamos hasta lo que no deberíamos guardarnos, el amor.

La ansiedad con la muerte vino casi que de inmediato pero fue hasta que llegó el primer ataque de pánico casi 5 años después que supe que su gravedad ya no estaba solo en ese nicho sino también en otros. Busqué ayuda y estoy mejor. Yo sabía lo que podía significar no buscar ayuda y no quería llegar a eso. Yo sabía todo lo que se pudo haber hecho por él, desde terceros hasta desde su propia parte. Yo sabía lo que tenía que hacer. Yo sabía y lo hice.


Desde que Pa decidió irse, yo acorde conmigo misma que la forma de su muerte era algo personal, que yo era dueña de eso y que podía controlar a quién decirle. Era algo con lo que yo creía que tenía que lidiar sola. La controladora en mí, salió en todo su esplendor y dirigió la forma en que manejaba que estaba permitido o no decir. El tabú también tuvo mucho que ver, pero quizá no de la forma en la que pensarían.

Yo estaba en un proceso con todas las etapas que cuenta la psicología pero lo que más me preocupaba era el otro, la persona a la que yo le contara. Nunca quise que se generara el silencio incómodo de no saber que decir, porque si yo misma no lo entendía, cómo lo iba a entender alguien que no había pasado por algo parecido. Por mucho tiempo el otro siempre estuvo primero en mi vida, el otro es el que se tiene que sentir cómodo y feliz, yo me la puedo bancar, yo soy fuerte y tengo que protegerlos. Mucho trabajo para tirar era pared, mucho, muchísimo. Hoy sigo luchando pero menos que antes. Hoy ya no creo que los otros sean mi responsabilidad.

Otra de las razones de no contar se divide en mis dos vidas paralelas:

En Costa Rica muchos amigues lo habían conocido y yo no sabía cómo manejar eso. Su imagen estaba difusa en mi memoria. No supe de qué manera dejarlo decir su verdad, sin que yo saliera herida en el proceso. Darle esa libertad implicaba que yo tuviera que afrontar la situación más rápido de lo que era capaz. Pero elles sabían que algo me había pasado, porque esto deja cicatrices, que nos transforman más rápido de lo que suponemos. Mí vínculo con las personas se rompió por mucho tiempo y ni les digo las relaciones amorosas o relaciones en general con los hombres. Parece que los libros de psico tenían algo de razón. Parece que somos más predecibles de lo que creemos. Hoy. Sigo arañando la misma pared pero poco a poco se sale de la cueva.

En Argentina el problema no era que lo conocieran, porque en realidad fue mí oportunidad para reinventarme en muchas cosas y el antes no lo tenían porqué conocer, eso sí lo podía controlar. Pero se repite la historia, elles notaban que algo hacia interferencia, pero no lograban saber qué. El problema en este caso, era contar algo que para mí era tan pero tan mío, un pedazo de mí alma. Decirlo implicaba estar más vulnerable que nunca con personas que podían quedarse o no en mí vida, esa era la cuestión. La incertidumbre de entregarme completa era mí mayor miedo. Yo no podía concebir ya no tener a una persona en mi vida y que ésta caminara por el mundo con un pedazo de mí alma.

Qué loco conocerse gracias a un evento tan trágico. Qué loco que para que eso pasara, él no tuviera que estar. Qué loco todo lo que tiene que pasar para que un simple número 23 o un mes Septiembre, pasen de la nada al todo. Ya esos días no vuelven a significar lo mismo, cambian todo, el color del cielo, el sonido de los carros en la calle, las voces de las personas que quiero, el sabor de la comida, esos días una se teletransporta a ese día de hace tantos años. A esa adolescente de 18 años que en la tarde iba a salir al cine con su mejor amigo. Ese maldito viernes.

Todos los días pienso en cosas que me gustaría contarle.

Pienso en todas las series y películas que se perdió, Netflix hubiera sido su perdición. Pienso en todas las canciones que hubiéramos podido saber con Shazam y ni les digo lo que hubiera sido Spotify. Pienso en él cada vez que bailo porque claramente heredé sus piernas y su forma extraña de bailar. Pienso que hubiera hecho cuando yo me fui a Argentina. Pienso en su cara porque es imposible verme al espejo y no encontrarlo. Pienso en los sueños felices que he tenido después de su muerte. Pienso en sus llamadas de los miércoles. Pienso en su firma que siempre adornó mis regalos y todo lo que fuera suyo. Pienso en las blusas que me regaló y todavía conservo. Pienso en sus regalos que decoran en mi cuarto. Pienso en las fotos mías que tenía en su mesa de noche y ahora yo guardo. Pienso en él cada vez que juega su adorado Saprissa. Pienso en “Chiquilla te quiero”. Pienso en lo orgulloso que debe de estar. Pienso lo feliz que debe estar junto a su mamá y hermana. Pienso en lo que implica ser la Mini después de tantos años.

Pienso en lo feliz que debe estar, brillando tanto como el sol.

La persona que era, ya no está, ahora es su versión libre y llena de colores.

Sé que no me llamaste esa noche porque de mí no te hubieras podido despedir. Esa conversación la guardo para cuando nos volvamos a ver, en otra vida, otra galaxia o en ese cielo en el que tanto creías. Te Amo.

Hoy entiendo tu decisión, la respeto y te acompaño. Hoy me das aliento y me enseñas a ser mí mejor versión. Hoy estás conmigo. Siempre Juntos 💜

“Each had its past locked within itself, like the leaves of a book learned by them from memory, and their friends could only read the title.” Virginia Woolf, una gran mujer y escritora que eligió el mismo destino.

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