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  • Foto del escritorMaryCieloPrevencion

La Historia de Maureen



La primera vez que me enfrente con el suicidio fue una mañana hace 21 años.

Recibí una llamada, era mi suegro, mi segundo papa, mi ejemplo alguien que admiraba y quería mucho.

me dijo necesito que venga a mi casa, necesito hablar con usted, venga sola, dígale a Jorge que me va a llevar hacer un mandado, eso era normal.

Llegue, me dijo siéntese y muy fríamente me dijo “’ ME VOY A SUICIDAR, YA NO QUIERO VIVIR”’ y además me dijo específicamente como lo iba hacer. Esa frase todavía resuena en mi cabeza, yo me quede impactada, las palabras no salían de mi boca. El siguió hablando; Y como yo confió mucho en usted necesito dejarle algunas tareas que cuando yo no este me las haga, enumero las tareas y yo seguía en shock.

Cuando ya pude hablar, lo trate de convencer, le di varias soluciones que podíamos buscar ayuda. Pero no hubo razón, ni ruego, ni suplica, ni llanto que lo hiciera salir de su pensamiento, la decisión estaba tomada.

Salí de su casa, no sé cómo llegue a mi casa, no sabía cómo manejar la información, no sabía si hablar con mi esposo, si quedarme callada, si buscarle ayuda. Al fin me decidí y hable con mi esposo, era su papa y me pareció justo que él lo supiera. La respuesta de mi esposo fue “’ usted le cree, no lo va hacer’’. Hable con varias personas, trate de ayudarlo, fui a ver un sacerdote, un psicólogo para ver cono manejarlo, pero recibí la misma respuesta si él no se quiere ayudar nada podemos hacer, las personas que lo dicen no lo hacen, un gran mito.

Desde ese momento mi vida no tuvo tranquilidad.

Cada vez que yo sabía que estaba solo, corría a su casa, con miedo de encontrar lo que no quería, lo llamaba cada instante, fue un tiempo terrible. Así pasaron varios meses.

Hasta que un 2 de agosto, recibí la noticia que no quería oír. Don Antonio se había suicidado. Me sentí culpable, tuve la información y no pude hacer nada, le reclame a mi esposo que él tampoco había hecho nada.

Ese día mi vida y sobre todo la de mi esposo cambio para siempre. El ya no era el mismo. Siempre se sintió culpable.

Pasaron 10 años, cuando de nuevo me volví a enfrentar con el suicidio.

Un 8 de enero mi esposo estaba de vacaciones, trabajaba en la UNA, yo ya me había pensionado y ese día andaba en Limón , cuando recibí una llamada de mi esposo, estaba en la U y le dije y eso? . Él trabajaba en laboratorio, andaba, según él, dándoles de comer a una colección de hongos que tenía, me dijo cuando llegue a la casa me avisa, llegue a la casa y le avise y me dijo un adiós que nunca podré olvidar.

Pasaron varias horas y no llegaba a la casa, comencé a buscarlo, esas fueron las horas más eternas que yo he tenido, fuimos al lugar donde él trabajaba y allí estaba, se había quitado la vida.

Otra vez, de nuevo tener que enfrentar ese dolor, si con Don Antonio fue duro, esta vez quede devastada, abrumada, colapsada. Y tener que llegar a mi casa y darles la noticia a mis hijas, que no paraban de llamarme a ver si su papa había aparecido.


Por mucho tiempo quise huir, comencé a viajar, descuide a mis hijas, sin pensar que ellas también estaban con un duelo enorme, porque según yo huyendo iba a quitarme esa pena inmensa, pero el calvario yo lo llevaba por dentro.


Busque muchas explicaciones, busque respuestas, pero siempre llegaba al mismo lugar…. A nada.

Nunca me sentí culpable, siempre lo culpé a él. Lo ‘” sentaba”’ en una silla y le gritaba porque me dejaste, porque me hiciste esto, porque nos hiciste pasar a nosotras lo que ya habíamos pasado con su papa. Y cada vez que hacia esto, sentía que caía en un abismo sin regreso; hice cosas que yo no creí nunca hacer, cada vez caía más abajo y no tenía retorno, hice sufrir a mucha gente, siendo muy egoísta porque esas personas también estaban sufriendo el mismo duelo.

Al año de la muerte de mi esposo, se enfermó mi mama de cáncer y murió un 15 de agosto, no la llore, ya no tenía lágrimas, me había secado, estaba muerta en vida. Ese día comprendí que ya era suficiente, hasta me sentí culpable de la enfermedad de mi mama, que yo no podía seguir con esas actitudes, ya había perdido a mi mama, no quería seguir perdiendo más.


Un día me recomendaron una técnica que se llama Reiki , es una técnica Japonesa, que con una imposición de manos o toque terapéutico se trasfiere una energía universal con el fin de promover la curación emocional o física, ese día tuve una experiencia un poco fuerte, la señora que me estaba haciendo la técnica, no sabía de lo que yo había pasado, cuando estábamos en la terapia me dice, aquí está su mama , su esposo y su suegro quieren transmitirle a través de mi unas palabras. Ella quedo en shock, me dijo nunca había tenido una experiencia así, y ellos le dijeron a ella que ya era hora que yo perdonara, que yo tenía mucho por delante, que ellos estaban muy bien donde estaban sin dolor ni sufrimiento que mi mama les iba ayudar a que ellos llegaran donde ella estaba, ese día empecé mi proceso de sanación, de perdón, de no sentirme culpable. Ha sido un proceso largo y pesado. Pero he comprendido que ellos estaban enfermos del alma y que sería muy egoísta de mi parte quererlos tener aquí, enfermos, tristes y desgarrados.


Hay días que los recuerdo con una sonrisa en los labios, hay unos en que me gustaría hablarles, contarles mis cosas, son días que me complacería tenerlos a mi lado. En cambio hay otros días, de los más comunes, donde todo está en su lugar, me levanto, desayuno, salgo de compras, tomo un café, que se yo, lo de siempre, son esos días en que son imprescindibles, imprescindibles solo porque si, para estar, nada más que para estar, por supuesto para nada menos.


A veces me veo cansada, fuera del sendero, ya casi sin fuerzas para hacer camino. Siento que la vida es dura, porque ya no puedo, porque ya no sigo, pero los recuerdo y me desafío con mi desafío.

Me muevo el alma, tomo impulso, me llevo a mí misma. Enciendo mi lámpara en el tiempo oscuro, el viento frio y la soledad.

Vuelvo a ser fuego desde las brasas quietas, revivo y alumbro mi andar peregrino, vuelvo a susurrar esa consigna del primer paso para un principio. Muestro mi garra para levantarme de lo caído.

Cuando estoy cansada, fuera del sendero, sin ver más espacios que el de los abismos, traigo a mi mente que también hay puentes, que hay alas.

Me armo de fe y de bravura, que seguiré siendo lo que he creído. Que soy una guerrera de la vida plena y que Dios me guía hacia mi sitio, que un primer paso, y que un nuevo empeño nos lleva a la forma de no ser vencidos. Que el árbol se dobla, se agita, estremece, deshoja, retoña, pero queda erguido. Que el único trecho que da el adelante es aquel que cubre nuestro pie extendido.

Cada vez que me veo cansada, fuera del camino, sola y triste, quebrada, herida, me sentare a mi lado, tomare mis manos, entrare hasta mi alma, hasta su escondrijo y me diré ¡ se puede ¡ e insisto ¡se puede! Hasta entender que si puedo, que mi voz despierte, desde mi certeza, me abrazare para incorporarme, nueva, decidida. Que la unión conmigo misma es triunfo hombro a hombro con mucho brío

Llevare mi mirada hacia mi camino, veré mis huellas, que están marcadas de un paso tras otro. Y vendrá conmigo una madrugada la voz insistente de un nuevo inicio que me abrió otro rumbo.



Maureen

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